Atendemos
en
Ansiedad
La ansiedad
es un miedo vago, desproporcionado y generalizado en momentos y
situaciones que no son amenazantes o no lo son como para sentirte
ansioso. A veces se presenta sola, sin otras manifestaciones. Rara
vez, sin embargo, es así; y acompaña con frecuencia
a otra clase de problemas psicológicos, con los cuales se
mezcla: con la depresión, con el duelo, los conflictos. La
ansiedad es desagradable y, además, disfuncional: dificulta
mucho disfrutar de la vida.
El psicólogo
identifica las claves que generan la ansiedad, detecta los problemas
o amenazas que en cada caso concreto subyacen a la que experimenta
la persona, instruye en procedimientos de relajación que
sirven para reducirla, y ayuda a cambiar aquellos comportamientos
que la están manteniendo de forma permanente.
Conflictos
No son raros
los conflictos en la propia familia y en el trabajo. Tanto en casa
como en el lugar de trabajo pueden llegar a extremos insufribles
y con sentimientos de indefensión, sin poder hacer nada,
o sin saber bien qué hacer. Así sucede en el acoso
duradero, sexual o laboral, y en el "mobbing". Hay, además,
conflictos personales interiores, cuando se necesitan o se desean
cosas que son incompatibles entre sí. También en estos
casos se siente la persona como paralizada, bloqueada.
En los conflictos,
el psicólogo actúa haciendo ver a la persona los recursos
que tiene a su disposición: no se halla tan indefensa, tan
desamparada como cree. Enseña a utilizar y potenciar los
recursos disponibles. También contribuye a la clarificación
de los propios deseos y necesidades y a la correspondiente toma
de decisiones. Ayuda, en fin, a manejarse, entretanto, con prudencia
y buen ánimo, mientras el conflicto se resuelve o se disuelve.
Depresión
La depresión
es un estado de ánimo abatido, de desaliento y tristeza no
justificados, de ausencia de gusto por la vida, de falta de energía
y motivación para hacer las cosas, sean las de obligación
o también de afición. Ese estado de ánimo puede
seguirse de la pérdida de un ser querido, de un fracaso sentimental
o laboral, o de cualquier otra contrariedad. A veces, parece como
si el reloj biológico -o el calendario por donde pasan los
años sin alicientes- generara la depresión o disforia:
el estado de desánimo y de tedio generalizados.
El psicólogo
ayuda a identificar las claves que subyacen al abatimiento y la
depresión. Y trata de devolver a la persona deprimida la
ilusión y el gusto de vivir. A menudo la depresión
depende de ideas irracionales que es preciso contrarrestar. El tratamiento
psicológico significa una inyección de optimismo,
de expectativas, mediante la discusión de esas ideas y la
introducción de pensamientos realistas. El psicólogo
puede y suele también prescribir "tareas", actividades,
que liberan energía y que sirven para salir del agujero del
desánimo.
Divorcio
La ruptura de
una relación sentimental siempre es dolorosa; y suele serlo
más cuando la iniciativa la ha tomado la otra persona, o
cuando ésta ha sido reiteradamente infiel o ha emprendido
otra relación. La separación de la pareja hunde a
veces en desesperación, en depresión o al menos en
profunda crisis. En ocasiones, además, puede inducir una
huida hacia adelante en la que la persona abandonada se recluye
en sí misma o, por el contrario, busca alocadamente nuevas
relaciones que no le podrán colmar justo por el modo en que
las busca. A menudo trae consigo problemas económicos y de
cuidado de los hijos, cuando los hay. Y casi siempre significa perder
amistades que se tenían en pareja.
La psicología
ayuda a percibir que no se hunde el mundo, aunque se haya hundido
el matrimonio o la relación; y proporciona recursos para
reconstruir la propia vida y abrirse camino por uno mismo encontrando
alternativas sea con otra pareja, sea a solas. Contribuye así
a afrontar la situación difícil de persona separada
y a tejer una nueva red de relaciones sentimentales o amistosas,
aprendiendo para el futuro desde la experiencia misma de la separación.
En consecuencia, ayuda a hallar sosiego y también felicidad
más allá de la dolorosa ruptura.
Estrés
El estrés
se da cuando existen demasiadas o muy complejas exigencias, que
piden nuestra acción y que no sabemos cómo atender,
pues parecen superarnos. El estrés se ha hecho frecuente
en la vida moderna por las crecientes exigencias laborales, por
el ajetreo de la vida en la ciudad y por la sobrecarga que para
las mujeres significa el trabajo doméstico, asumido en su
mayor parte por ellas y que se suma al trabajo fuera de casa. El
extremo del estrés se da en el denominado "burn-out",
o síndrome de estar quemado, agotado. Este síndrome
puede darse en el ámbito laboral y también en el doméstico,
por ejemplo, y sobre todo, cuando en casa hay una persona crónicamente
enferma, o muy dependiente, a la que atender.
Las situaciones
de estrés han de ser afrontadas y no simplemente rehuidas.
Hay un afrontamiento que se dirige a la situación misma,
al problema, con vistas a solucionarlo o paliarlo; y hay, mientras
se soluciona, un afrontamiento dirigido al malestar que la persona
padece al estar estresada. El psicólogo instruye en estrategias
concretas de afrontamiento, potenciando un manejo efectivo de los
medios personales y sociales de que se dispone para superar el problema
y para reducir el malestar.
Miedos,
fobias
El miedo nace
de la anticipación de un daño o mal probable. Sirve
de mecanismo de supervivencia ante los peligros. Es natural y razonable
sentir miedo, por ejemplo, en medio de un incendio en casa o de
una tormenta en descampado. Ese miedo, por molesto que sea, resulta
necesario para sobrevivir. Pero muchos miedos o fobias lo son ante
peligros sólo imaginarios o muy improbables, miedos desproporcionados
al peligro real. Son así, entre otros, el miedo a animales
inofensivos, a los lugares cerrados, o a los abiertos, a quedarse
solos o a ser asaltados en la calle. Todas estas fobias llevan a
comportamientos de evitación, que pueden acabar por incapacitar
al individuo fóbico para una vida normal.
A la persona
con fobias hay que quitarle su miedo irracional, su pánico.
Claro que algunos de los hechos temidos pueden llegar a darse. Nunca
se puede estar del todo seguro de que el avión en que viajamos
no se estrellará o de que no nos asaltarán en la calle
o en casa. Pero son miedos desproporcionados a la amenaza real.
Por otra parte, mientras estemos vivos, habrá peligro de
daño y también de muerte. El único modo de
curarse de esos miedos consiste en una exposición gradual
a situaciones temidas, comenzando por las menos graves. El psicólogo
trabaja junto con la persona fóbica para quitarle sus pensamientos
irracionales y para elaborar una jerarquía de miedos a los
que sea capaz de exponerse para irlos venciendo.
Problemas
de pareja
El enamoramiento
no dura siempre; el amor, tampoco. Además, el amor y la mera
voluntad no bastan, por sí solos, para una convivencia feliz.
Al comenzar la convivencia aparecen discrepancias en el modo de
querer organizarla: problemas de incompatibilidad, de incomprensión.
Por otro lado, al cabo del tiempo, las personas emparejadas, por
mucho que se quieran, sufren por la rutina, acaso el aburrimiento
de convivir en la misma compañía. Se dan baches en
las relaciones de pareja y convivencia, a veces hundimientos tan
profundos como para plantearse la separación.
En problemas
de pareja, se trabaja sea individualmente o con ambos a la vez.
Aunque uno solo de ellos plantee la demanda, el trabajo con ambos
suele ser aconsejable, cuando el otro u otra así lo acepta.
Entonces puede haber sesiones conjuntas y también por separado.
En ellas, el psicólogo evalúa la gravedad de los problemas
y el deseo y capacidad de ambos para continuar unidos. Cualquiera
que sea el desenlace de la relación, desempeña un
papel de mediador en los conflictos existentes.
Timidez
El miedo social
o timidez puede llegar a ser no sólo muy desagradable, sino
inhabilitador. La persona tímida no sabe relacionarse bien
y sufre al entablar comunicación: con desconocidos, con personas
de otro sexo o con personas a las que desea, con los jefes, con
los propios padres. No sabe cómo dirigirse a ellos, sobre
todo cuando necesita algo de ellos. Por el temor a ponerse roja
de vergüenza, evita reivindicar sus derechos e incluso hablar
más allá de lo necesario. Pierde así muchas
oportunidades en la vida, muchos momentos de sentirse a gusto.
Para superar
los miedos sociales la psicología ha diseñado programas
de habilidades sociales; y el psicólogo los aplica en las
circunstancias concretas -de trabajo, de ocio, de relación
erótica- en que la persona tímida los experimenta.
Sus miedos suelen derivar de ideas irracionales sobre las relaciones
sociales y de una cierta torpeza en manejar situaciones nuevas o
difíciles. El tratamiento psicológico de la timidez
fomenta la autoestima de la persona y pone en juego los medios de
que dispone para poder llegar a establecer relaciones apropiadas
en su entorno.
Otros
problemas
La gama de problemas
que puede atender el psicólogo es muy amplia: desde los trastornos
graves de personalidad o de conducta hasta cuestiones de vida cotidiana
en el trabajo o en las relaciones familiares. Con criterio flexible
e integrador, el psicólogo aplica las técnicas mejor
adaptadas a cada cual frente a su respectivo problema o situación.